Agustín Barrios Mangoré durante
su carrera como maestro en el Conservatorio de Música de El Salvador
(imágenes cortesía de Carlos Payés).
Agustín Barrios fue un genio de la música, y sus composiciones son
consideradas como piezas esenciales en los repertorios de John Williams
y otros de los guitarristas más famosos del mundo.
Sin embargo, las cosas no siempre fueron así.
Barrios nació en Paraguay pero, como hombre joven, se fue para siempre
en búsqueda de oportunidades, recorriendo la América y Europa en toda
una vida de conciertos.
Durante esos años, él adoptó el nombre artístico de “Nitsuga Mangoré”,
y hoy día muchas veces es llamado sencillamente “Mangoré” (“Nitsuga”
es su nombre de pila escrito al revés, mientras que “Mangoré” fue un
líder guaraní del período colonial).
Mangoré finalmente se afincó en El Salvador donde recibió el patrocinio
del gobierno salvadoreño hasta el final de sus años, como maestro en
el Conservatorio de Música. Fue durante este período que enseñó sus
técnicas y música a un grupo de 12 guitarristas, aptamente conocidos
como los “discípulos de Mangoré”. El último discípulo que sobrevivía
fue el Sr. Víctor Urrutia, quien falleció el primero de agosto, 2010.
Mangoré con cuatro de sus discípulos
en El Salvador.
Mangoré murió en 1944, y de acuerdo al deseo que expresó entre sus
discípulos, fue enterrado en la ciudad capital de San Salvador. Su tumba
se encuentra en el distinguido recinto del Cementerio de los Ilustres
y está protegida como patrimonio cultural por dos decretos gubernamentales.
Después de su muerte, el legado de Mangoré persistió únicamente entre
este pequeño grupo de estudiantes, y parecía estar destinado al olvido.
La tumba de Mangoré en El Salvador,
rodeada por sus discípulos (1993).
Le correspondía a un miembro de la siguiente generación de guitarristas
salvadoreños, el Dr. Carlos Payés, redescubrir la obra de Mangoré (nos
honra tener Carlos Payés en la junta directiva de FUNDAR). Payés trabajó
intensivamente con los discípulos de Mangoré (entonces de edad madura)
y recuperó numerosas composiciones y otra información.
De aún mayor importancia fue el hecho que Payés (quien reconoció la
singularidad inspirada de la obra de Mangoré) empezó en 1969 a repartir
sus fotocopias de las envejecidas partituras a John Williams, Alirio
Díaz y otras figuras principales de la guitarra clásica, quienes las
tocaron ante audiencias extasiadas por esta maravillosa y fresca música.
Sencillamente, esto fue el redescubrimiento de un genio musical.
John Williams toca "La Catedral"
por Mangoré.
Otros investigadores siguieron el trabajo pionero de Payés y se han
recuperado más partituras y grabaciones que Mangoré dejó esparcido en
varios países. Los últimos 20 años han visto la publicación de varios
libros sobre Mangoré y muchas grabaciones.
En contraste, en Paraguay, Mangoré estaba prácticamente olvidado hasta
tiempos recientes cuando su música ganó fama internacional. A pesar
del deseo expreso de Mangoré de estar sepultado en El Salvador, existe
un grupo de paraguayos quienes actualmente intentan presionar a las
autoridades salvadoreñas para exhumar sus restos mortales y “repatriarlos”
a Paraguay, un país que nunca le dio apoyo en vida. Solo ahora cuando
Mangoré se ha convertido en una figura mundial, Paraguay finalmente
le ha dado su debido reconocimiento.
No hace falta decir que la “repatriación” oportunista de los restos
de Mangoré violaría los dos decretos legales que protegen su tumba,
al igual que su deseo expreso de permanecer para siempre en su patria
adoptiva, El Salvador.
Mangoré en El Salvador, dibujado
por el caricaturista Bollani.